El pediatra es normalmente el primer profesional consultado por esta malformación torácica. Por tanto, debe en esta primera consulta realizar una correcta historia clínica, informar a los padres adecuadamente sobre el problema actual y las posibilidades futuras, y estar informado de dónde y a quién dirigir el paciente para la resolución de su problema.
La historia clínica debe recoger los antecedentes familiares frecuentes en esta malformación, antecedentes personales de trastornos broncopulmonares y cardiológicos, y una exploración rutinaria del niño.
Si el paciente es menor de 6 años y está asintomático, no es necesario realizar pruebas complementarias ni tampoco enviar a cirugía. Solamente hacerle un control anual y comprobar si el defecto es progresivo. En caso de que el defecto vaya en aumento o comience con sintomatología, lo cual es muy poco frecuente a esta edad, entonces debe ser remitido al cirujano para su valoración objetiva.
Al mismo tiempo, el pediatra debe prestar apoyo psicológico y consejos prácticos a la familia, puesto que se ha comprobado que la actitud de los padres hacia las enfermedades o anomalías que tengan sus hijos es básica para la aceptación o rechazo que tengan los propios pacientes hacia su dolencia. Esto sucede muy frecuentemente con niños y niñas que padecen pectus excavatum.
Los padres que consiguen que sus hijos acepten su deformidad como parte constitutiva de su cuerpo, son los que normalmente crean, junto a sus hijos, estrategias para superar la ansiedad y el sentimiento de inferioridad que puedan tener estos pacientes. Es importante que los niños crezcan sintiéndose igual al resto de todos sus amigos y compañeros.
Sin embargo en las deformidades severas los padres deben ser conscientes de ello y el consejo y el apoyo psicológico debe ir encaminado hacia la resolución, normalmente quirúrgica y a su debido tiempo, de esta deformidad. El paciente tiene que reconocer su patología y tiene que estar suficientemente preparado para la intervención reparadora así como para su posterior evolución.
Los pediatras deben ser capaces de detectar la actitud de los padres frente a la deformidad y de orientarles correctamente para que acepten y afronten la decisión adecuada. También deben saber ofrecer el apoyo psicológico oportuno tanto a los padres como a los pacientes.